miércoles, 15 de octubre de 2014

Capítulo 38 - LA MELANCOLIA DE DANIELÍ


Capítulo 38
LA MELANCOLIA DE DANIELÍ

Llovía en Sydney. Llovía tanto que se filtraba agua por la ventana de la habitación y ya se había formado un charco que se acercaba peligrosamente hasta el minifridge. Danielí lo observaba crecer desde su cama aturdido por el ruido de las gotas contra el vidrio. El día anterior había sido caluroso y soleado, un perfecto día primaveral, pero hoy había tormenta y frío. En algunos lugares de la ciudad caía granizo y a pocos kilómetros, en las Blue Mountains nevaba muy atípicamente. Por supuesto a Danielí nada de esto le preocupaba ni le sorprendía... de joven no lo había notado, pero ahora era muy consciente de su capacidad de afectar el clima con su estado de ánimo. Era un misterio sobre natural, un don divino o una mutación X-men inexplicable… pero de todas formas no servía ninguna utilidad ya que por más que el estado de ánimo de uno controle el clima uno difícilmente puede controlar su propio estado de ánimo.
Así que Danielí miraba el charco crecer con su mejilla aplastada en el colchón y su consciencia perdida en una olla de pensamientos obscuros. Y se preguntaba qué hacía ahí en esa habitación, en esa ciudad, en ese país-isla… tan lejos de todo. Tan lejos de su mundo, que tantos años le había llevado construir. Por supuesto los últimos años de ese mundo le habían parecido muy grises y absurdos lo cual lo había llevado a dejarlo atrás, pero ahora recordaba sólo esas perlas de colores que flotaban en la sopa de rutina lúgubre. Y recordaba esa perla que hacía que todo el plato oliera delicioso a pesar de las intermitentes burbujas de putrefacción: Maicol. Esa persona que hacía que todo pareciera más lindo cuando estaba cerca. Esa persona que intentaba cambiarle la cara de depresión con todas sus tretas y que solo por intentarlo ya daba resultados. Maicol era la única medicina para la depresión. El problema era que era una medicina de corto efecto y a penas se volvía a su casa, la película volvía a tornarse en blanco y negro.
Y ahora ya no había medicina… Maicol estaba en Argentina, haciendo su vida nueva. Danielí estaba en Australia, intentando germinar una propia. Pero Danielí, que siempre había creído que era bueno en todo y que cualquier desafío que se propusiera lo podía cumplir, había descubierto en este viaje que toda su fortaleza no era suya propia. Había estado tomando fuerza prestada de sus afectos y no había notado que sus reservas propias se agotaban. Y ahora estaba sólo, sin la energía de sus seres queridos (que se diluía con la distancia a pesar de la fuerza con que se la enviaban) y sin energía propia tampoco.  Y esto sí le preocupaba… se preguntaba cuánto tiempo podría funcionar su cuerpo así vacío. Vacío de sentido, vacío de energía, vacío de amor. Se preguntaba si su única esperanza sería la de encontrar a alguien que recargue sus ganas de existir, un nuevo amor, alguien tal vez con más potencia incluso que Maicol, que pudiera forzar sonrisas en su rostro aunque él estuviera empecinado en sentirse triste y miserable. Y calculaba las probabilidades de que este encuentro sucediera, teniendo en cuenta variables absurdas como la frialdad de la cultura anglosajona, los tiempos de incubación de una amistad y de un amor, los años que había tardado en permitirse enamorarse y en encontrar a Maicol queriendo permitirse lo mismo… y las chances eran muy pocas… un panorama muy desesperanzador que lo alentaba peligrosamente a darse por vencido. Sus argumentos, claramente, eran completamente absurdos e inventados, pero su mente emocional estaba completamente convencida de que la vida ya no tenía sentido y si su mente racional concluía lo mismo aunque fuera en base a premisas erróneas, el resultado podía ser catastrófico. Felizmente, Danielí conocía a sus mentes e intentaba calmarlas lo mejor posible. Regañaba constantemente a Emocional por sus berrinches autodestructivos y le tenía prohibido a Racional tener diálogo con ella ya que en esta situación era muy mala influencia. Creía tener todo bajo control… e intentaba evitar que sus mentes se dieran cuenta que en verdad temía que Racional decidiera tirar todo por la ventana con argumentos bien lógicos como “Ponele que vivas 30 años más… 40 si somos generosos… y teniendo en cuenta que cuando uno es más viejo cada vez es más difícil hacer amistades y relaciones profundas… y teniendo en cuenta tu particular dificultad para relacionarte así con otros seres humanos… y teniendo en cuenta que este trauma de la separación te va a dejar con el síndrome de -el que se quema con leche…- … Y teniendo en cuenta que ya todo lo que viviste te pareció peor que tu niñez, los años dorados, y que todo lo que viene no va a ser mucho mejor… si no más bien peor… por el deterioro corporal y acuadramiento neuronal ((es un término científico que acabo de inventar)).. Y bueh, encima ahora se te ocurrió irte a la mierda y estar sólo en otro país… ¿Qué querés que te diga Danielí? Estas jodido… yo en este caso recomendaría o bien destrucción instantánea o bien destrucción retardada, en dosis semanales de drogas y alcohol y experiencias peligrosas extremas… Así con este diagnóstico no te puedo recomendar reconstrucción, disculpame que te sea tan franco che… pero estás jodido posta…”
Y Danielí temía ese diagnóstico… que todavía su mente Racional no había dado… pero que al menos ya lo había pronunciado… y no sólo eso… lo había puesto por escrito en su propio cuento. Claro… esto era tranquilizador… porque si estaba en el cuento era ficción… y si era ficción era un juego, podíamos reírnos del tema, era algo triste, sí, pero no tan serio che! Son pavadas melodramáticas nomás… Si uno puede reírse un poco de lo que le pasa… eso es un primer paso para superarlo y tomarlo un poco en chiste pone distancia y lo vuelve menos real… ¿no?... El problema es que Danielí sabía que la ficción y los chistes en su vida a menudo eran más reales que la realidad misma… Era su forma de afrontar las cosas… ficcionalizarlas, hacerlas comedia… pero en la comedia se perdía su persona real… Las cosas empezaban como un juego y terminaban siendo realidades concretas… Un día empezó el juego de “a ver si me gustan los chicos” y al principio era en chiste… después era en chiste para los otros pero ya no para Danielí mismo… y después ya era una realidad irrevocable… Un día su nombre era un chiste y podía cambiárselo por capricho y de pronto su nuevo nombre inventado era su nombre oficial aceptado por todos… Un día  jugaba a tener poderes sobre naturales… y al otro el clima cambiaba literalmente con sus variaciones temperamentales. Pero Danielí distinguía bien la diferencia entre lo real y lo irreal… todavía no era esquizofrénico… a veces fantaseaba que lo sería cuando fuera un viejo, incluso sabía que su tío-abuelo había padecido la enfermedad y que esta era a menudo hereditaria… Pero no… Danielí estaba sano mentalmente… todas sus preocupaciones sobre sus neurosis eran simplemente paranoia… pero una paranoia no-neurótica… normal… perfectamente controlada… Danielí siempre tenía el control, incluso en las situaciones donde a la mayoría de la gente le cuesta mantener la sangre fría. Danielí había aprendido a ser robot desde muy pequeño y tenía mucha experiencia en ello. Su programación era férrea y muy confiable. Controlada.
Si no hubiera sido por ese virus… Maicol.
Y la historia no avanzaba… Las palabras se acumulaban pero Danielí seguía ahí en la cama con la mirada perdida, fija en el charco que avanzaba. Y si el tiempo fuera lineal el charco ya debería haber llenado toda la habitación, y Danielí estaría flotando muy cerca del techo… Pero el tiempo pasa como se le ocurre… y esos miles de años fueron solo algunas horas y el charco ya no crecía porque ya no llovía más. El frío iba a seguir, probablemente por varios días, y también iba a seguir la lluvia pero intermitente y mucho más dócil. Y Danielí se iba a dormir y al otro día iba a ir a trabajar con su tristeza escondida en la mochila esperando pacientemente para salir en momentos inesperados. Le divertía hacer apariciones en la oficina, humedecerle los ojos estando frente a sus compañeros de trabajo… le encantaba desfilar desnuda por las noches y seguramente hacía apuestas con otras tristezas del estilo de “A que puedo mantenerlo hasta las tres aunque ya viene mal dormido hace seis días”… Era sádica… pero divertida… y Danielí, aunque odiara admitirlo, se había encariñado con ella… eran amigos. Y ahora no podía dejarla ir tan fácil… porque era la única conexión que tenía con Maicol… si dejaba de sentirse triste, ¿entonces qué? ¿qué tenía? Nada… estar triste por Maicol lo ayudaba a definirse un poco… ¿Qué estás haciendo en Australia?... Bueno no sé bien... un poco estoy escapando de Maicol… estoy sufriendo por él.. lejos… porque de cerca me sería imposible…
Ta bien… buen argumento… no tiene sentido… como la mayoría de tus argumentos… pero no tengo ganas de discutir ahora. ¿Vas a estar bien?... Sí, no te preocupes… Ok, andá a laburar mañana ¿eh? No te creas que no me di cuenta que hoy casi te quedás… No nada que ver… Bueh bueh… dejémosla ahí.

Y Danielí fue a trabajar. Y siguió sólo en Sydney. Y siguió esperando el comienzo de la historia que empieza cuando se acaba la anterior. Y esperó con miedo de quedarse en el abismo entre una historia y la otra.

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